Llegó,
saludó, miró a su alrededor, no conoció a nadie y se preguntó qué
lugar sería este, dónde se habría metido, para qué quería o
necesitaba ninguna fiesta, qué obligación tenía de divertirse. Fue
hacia el guardarropa y pidió una ficha, pero no tenía suelto y
terminó dejando la chaqueta en una silla. Buscó y rebuscó pero no
vio a nadie conocido. Seguía con su aire distraído cuando sintió
una palmada en el hombro.
–¿Siempre
venís solos los hombres guapos? –oyó que decía una voz.
Se
volvió y encontró a Sara.
–¿Siempre
os escondéis las mujeres bonitas? –respondió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario