Pedro pinta cuadros. Es su afición.
Recoge cada mañana pinceles, pinturas y lienzos y se planta frente a
un paisaje que le guste, no lejos de su casa. Los pinta todos
iguales, uno detrás de otro, sin variaciones. Porque a Pedro no le
gustan sus cuadros, le gusta pintar. Me lo encuentro a menudo y
siempre le pregunto: «Eh, Pedro, ¿cómo va eso?». Él me mira con
simpatía, aunque no sé si me reconoce, y me responde siempre lo
mismo: «Ahí, ahí». Pedro sufrió un accidente hace unos años que
lo dejó así, inocente como un niño. Algunos piensan que no tan
inocente, por cómo mira a sus vecinas, pero yo sé que en él no
cabe la malicia. La malicia y la maldad son solo nuestras.
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